domingo, 21 de junio de 2009

GENOMA HUMANO

“Tomó, pues, Dios al hombre y lo llevó al jardín del Edén, para que lo labrara y lo cuidase. Y mandó Dios al hombre, diciendo: De cualquier árbol del jardín puedes comer, más del árbol del conocimiento del bien y el mal, no comerás; porque el día en que comieres de él, morirás sin remedio” Génesis 2:15-17. El árbol del bien y el mal, es decir del conocimiento de lo creado.

El genoma humano pretende la descripción total del material genético, y con esas instrucciones hacer un ser humano según las características de moda o las que se consideren perfectas por las mentes de los hombres. Esto equivale a diseñar y modelar a un humano de ojos azules, verdes o tal vez violeta, de cabello rubio, tez blanca, de contextura delgada, de una altura prominente, todo esto nos hace recordar el sueño de Hitler y su especie aria perfecta, un sueño que hoy la ciencia podría realizar a través de la manipulación genética.

“Morir sin remedio”, dice el Génesis, tal vez se refiera a la muerte de la especie humana o el retraso evolutivo de la misma como creación única del Padre Madre Creador. ¿Reviviremos a la raza Herborea con sus hombres centauros, minotauros, los unicornios, y tantos otros? La ciencia comenzó con la inseminación artificial, los niños en probeta, las ovejas clónicas, los alimentos transgénicos y ahora decodificando el árbol del ADN, ¿será el árbol del conocimiento, de lo que se debe o no intervenir?

La ciencia siempre justifica sus “descubrimientos”, aludiendo a que se trata de la preservación de la vida, es más, la de mejorar las condiciones de la misma en cada ser humano. No cabe duda que esta justificación nace de un pensamiento noble, aunque muchas veces la misma ciencia no conoce lo que es el bien o el mal para el ser espiritual. Pensemos en el átomo, fue descubierto preocupándose por ayudar a la humanidad, sin embargo originó la bomba atómica, una muestra de lo que es “morir sin remedio”.

Interesante resulta demostrar que el genoma humano prueba que todos somos iguales en más de un 99% y distintos en un 1%, eso demuestra que el ser hombres o mujeres fisiológicamente hablando, es sólo eso, una diferencia de sexo solamente que no involucra ser más o menos brillante uno del otro. Incluso que la especie humana es mayoritariamente igual y eso establece que no existen razas superiores o inferiores. Es más, ayuda al ser espiritual a demostrar que en lo esencial somos todos hermanos, porque estamos hechos usando las mismas informaciones genéticas. Además que los seres vivos corresponden a una cadena evolutiva, como la metafísica espiritual postula. Esto se vio en los años ochenta, cuando se pudo disponer de suficientes genes como para comprobar que la mayor parte de ellos son comunes a animales como gusanos, moscas, ratones y seres humanos.

La cadena del ADN humano está compuesta por una secuencia de letras dispuestas en un orden muy preciso, siete mil millones de letras surgen de la combinación de cuatro: G, C, T y A – moléculas Guanina, Citosina, Timina y Adenosina-. La reunión de estas letras por pares define un nucleótido y la suma de varios de ellos da forma a un gen. Son aproximadamente 80.000 a 100.000 genes los que se estiman que forman el genoma humano y es importante ordenar correctamente las letras. Resta, entonces, algo de tiempo para que la ciencia establezca cuales son los límites de su descubrimiento y qué consecuencias éticas y espirituales conllevará.

¿El genoma heredado de nuestros padres es sólo un azar? ¿Basta sólo decir que el ser humano no es perfecto y que por eso puede ser propenso a desarrollar diferentes tipos de cáncer, diabetes, enfermedades visuales, obesidad o hasta actitudes violentas del carácter? ¿La meta de la ciencia, entonces, es perfeccionar lo que la divinidad ha hecho imperfecto? ¿Realmente es una imperfección?

Hagamos al hombre según nuestra idea de perfección, eliminemos las tendencias a diferentes tipos de enfermedades: colesterol alto, miopía, hipertensión arterial, infartos cardiacos, etc., sigamos con el embellecimiento del cuerpo, profundicemos más y desarrollemos seres con alto coeficiente intelectual, que puedan aprender muchos idiomas, ser expertos en física, química, matemáticas e incluso que puedan manejar sus emociones, su carácter y personalidad. Es como una novela de ciencia ficción, pero ya hemos visto que muchas veces la realidad supera ampliamente a la ficción.

¿Pero, todo esto es correcto? ¿Es bueno corregir aquello que la mente humana cree que es imperfecto? Como preguntó Carlos Valenzuela, médico genetista del programa de Genética del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile: “¿Existe el alma espiritual? Y de ser así, ¿qué influencia tiene en la vida del ser humano?

Claro que existe, y es ella la que podría responder todas las preguntas que se han escrito en este artículo.

Los genes llevan impresos los karmas y los darmas de cada ser humano. Los darmas las causas positivas, los karmas las deudas que han contraído a través de sus encarnaciones en el planeta. Nos damos cuenta que no es una imperfección desarrollar diferentes tipos de enfermedades, sino que es una forma de pagar errores que hemos cometido en esta encarnación o en anteriores. Incluso los vicios están impresos en los genes para ser activados en un momento dado de nuestras vidas. Por ejemplo, el alcohólico, al principio probó el alcohol y le gustó de tal manera que siguió bebiendo, hasta que se originó en un vicio; diferente de aquel que lo probó y le fue indiferente. ¿Por qué? No basta sólo con decir que es una estructura genética defectuosa. Es el alma quien ha transferido los errores que debe limpiar a los genes y ellos desarrollan el efecto de la causa. De ahí que el vicio se considera una enfermedad que debe curarse a través de la fuerza de voluntad, una vez superado el vicio, éste se borra del archivo álmico y del registro genético.

No es errado tratar de curar una enfermedad, lo errado está en manipular las órdenes genéticas y así evitar que se desarrollen los karmas o los darmas.

Es más, el color de ojos, la piel, el cabello, la altura, la nacionalidad, los padres, son elegidos por el alma que va a encarnar en la Tierra a través de un cuerpo humano. Es ella, quien viendo más allá, metafísicamente hablando, quien decide qué experiencias va a vivir en un cuerpo físico. Restarle su esfuerzo de superación, sería para ella, “morir sin remedio”.

Hace un tiempo, una persona contemplaba la metamorfosis de la oruga a la mariposa y viendo lo lento que es el proceso y lo que le costaba a la oruga despojarse de su envoltorio, decidió ayudarla rompiéndolo con sus manos. Sin embargo, no la ayudó, la oruga no alcanzó a ser mariposa pues murió antes. Así es, la ciencia puede pensar que clonando células, trasplantando órganos de animales a humanos, trasplantando genes, o manipulándolos, pudiera estar ayudando a la evolución de la especie, mejorando lo que en apariencia pudiera pensarse que es una imperfección, pero no, no es manipulando como se avanza física y espiritualmente, sino creando las herramientas que ayuden al progreso de la Humanidad. Descubriendo en la Madre Tierra la cura a las enfermedades, creando órganos cibernéticos para reemplazar a aquellos que se han desmejorado, porque al ser implantes cibernéticos éstos no llevarían material genético y por ende karmas de otro ser vivo.

La ciencia debe crear y no manipular. Dentro del código genético de cada científico está el don de la creación, dado por su Padre Madre Dios Luz, el de progresar a través de su propio esfuerzo.

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